¡Más libros, es la guerra!
«Todas las guerras son guerras entre ladrones demasiado cobardes para luchar, que inducen a los
jóvenes varones de todo el mundo a hacer la lucha por ellos»
«Durante tres años y medio esquivé la guerra tanto como pude. (…)
Usé todos los medios posibles para que no me pegaran un tiro y no pegarlo, no usé los peores de los medios. Pero yo habría usado todos los medios, todos sin excepción, si me hubieran forzado a hacer algo así»
La guerra nos atraviesa y determina nuestro presente. La invasión rusa de Ucrania y la guerra civilizadora «occidental» que se ha desencadenado como respuesta han hecho más fuerte al capitalismo y han provocado una nueva crisis a nivel planetario. Una amenaza letal se cierne sobre los derechos humanos, las conquistas sociales y los ecosistemas en los cinco continentes. Nada de esto es accidental, responde a una lógica clásica de partición del mundo entre potencias militares que avanza en un río revuelto de élites corruptas, mercaderes de armas, extractivistas, oligarcas y etnonacionalistas. Es la guerra del capitalismo global.
¡Bajad las armas, subid los salarios!
El gobierno español habla de paz mientras aviva la escalada bélica y militariza nuestra economía. Pero cuando proclaman que la guerra es el único camino, en realidad están diciendo: el negocio es lo primero. La guerra abre nuevas oportunidades lucrativas para beneficio exclusivo de las grandes corporaciones. De este modo la economía global queda supeditada a las industrias de guerra, a la producción armamentística, de vigilancia tecnológica de fronteras y control de recursos naturales cada vez más escasos (petróleo, agua, tierra y minerales estratégicos) que causaron el 40% de las guerras de los últimos sesenta años.
Fondos de inversión y conglomerados bancarios, empresas energéticas y fabricantes de armamento cosechan sus mejores años en bolsa y consiguen beneficios nunca vistos en la historia. Ganancias que aumentan, al igual que la inversión militar en Europa y EE UU, a medida que la guerra se prolonga.
El discurso de mandar armas a Ucrania y de ganar la guerra por medio de una victoria imposible, despreciando medidas de diálogo y negociación y a quienes las defendemos, prioriza el enriquecimiento criminal de una minoría y juega con el destino y la supervivencia de la población ucraniana.
Además, aumentar el gasto militar en nuestros países no sería posible sin rebajar todavía más nuestros derechos sociales. De cada 10 euros que va a invertir el Reino de España en 2023, tres serán para pistolas, tanques, bombas y cazas de combate. A más guerra más sacrificios salariales, en las pensiones, en la educación o la sanidad públicas. La guerra dispara los precios de la cesta de la compra y la energía, sube hipotecas y alquileres, provoca más desahucios… La guerra empobrece, prolonga y aumenta el uso de combustibles fósiles, en especial gas, que sólo sirven para agudizar la crisis climática que ha puesto en jaque a la humanidad.
Conmigo o contra mí
La economía de guerra necesita de mentes militarizadas, de enemigos para existir, su construcción y proyección es prioritaria. La consigna de rearmar al Estado ucraniano y a la OTAN que vocean la mayoría de medios y mandatarios para convencernos de prolongar la matanza, responde a esa lógica binaria del totalitarismo que necesita de buenos y malos, de amigos y enemigos para resolver las disputas y someter las protestas sociales. Es la vieja retórica de hacer la guerra hasta la victoria final. La fascinación por hacer daño, por destruir y derrotar, acompaña la exhibición incesante de máquinas de muerte a golpe de noticiero y la propaganda de los partes de batalla. Es la naturalización de la violencia y su tragedia, el semillero del fascismo, la negación de la cultura misma. “Entre morir y matar hay una tercera posibilidad: vivir”, escribió Christa Wolf en su libro Casandra.
La disyuntiva militarista de matar o morir se resuelve llamando a la vida
No queremos malvivir entre sus trincheras, ni apoyar el patriotismo nacional o el supremacismo imperialista de uno u otro bando. No seremos cómplices de su carnicería y su devastación. Nos negamos a cualquier forma de colaboración con esta injusticia y nos declaramos librerías, editoriales y bibliotecas insumisas a la guerra y la militarización social. Queremos transformar nuestro dolor y nuestra impotencia en acción, ser parte responsable de un cambio cultural que contribuya a la eliminación de las causas que provocan las guerras y a la erradicación de la violencia, y su mercantilización, como forma de relación entre las personas y los pueblos: a pesar de todos los obstáculos, de la censura que silencia, invisibiliza o criminaliza cualquier oposición. Nos comprometemos a compartir actividades y difundir todos aquellos libros que pueden ayudar a desmilitarizar nuestro pensamiento para animarnos a desertar de la barbarie.
Sentimos que nuestra responsabilidad cultural es abrir líneas de fuga para desaprender la guerra y defender el derecho a la crítica, a la disidencia y a una información rigurosa, veraz e independiente.
Cobijamos siglos de páginas escritas contra la guerra. No nos asusta el olor de las viejas hogueras de quienes predican odio y más guerra. Queremos ser refugio y grito de conocimiento, de diálogo, cooperación y apoyo mutuo. Por el futuro de la humanidad. Y por el planeta. ¡Salid de nuestras vidas!
La guerra y sus malhechores nos persiguen, no hay tiempo que perder… Mantener viva una cultura de paz y justicia social es un quehacer colectivo. Llamamos a la cooperación y al apoyo mutuo para conseguirlo a través de esta iniciativa independiente de Libros contra la guerra. ¡Más libros, es la guerra!
- Llamamos a apoyar a la deserción y la objeción de conciencia en Ucrania, Rusia y Bielorrusia, y a participar en los movimientos de resistencia a la guerra a través de la campaña internacional #ObjectWarCampaign
- Exigimos que se paralice el envío de armamento a Ucrania. Y que el gasto militar español asignado al conflicto ucraniano se dirija a las organizaciones independientes que trabajan sobre el terreno, atendiendo a víctimas de esta y otras guerras.
- Que se potencien políticas europeas de negociación, conciliación y convivencia entre las poblaciones enfrentadas, y que el presupuesto militar europeo se destine a la reconstrucción de Ucrania sin coste para la sociedad ucraniana ni negocio para las multinacionales occidentales.